sábado, mayo 17, 2014

Salmo 119:11

Salmo 119:11
 "En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra Ti"


Muchas veces en mi vida he recurrido a las Sagradas Escrituras. Cuando mi mente no podía producir una respuesta ni siquiera un pensamiento claro, entonces allí estaba la Palabra del Señor como un vaso de agua en un día de calor agobiante.
Por eso es tan importante memorizar versículos de la Palabra de Dios, memorizar promesas y llevarlas guardadas en el corazón de modo que puedan saltar y correr a nuestra ayuda.
Cierta vez una mujer contó su experiencia diciendo: "cuando yo era niña iba a una iglesia donde en las clases de niños nos alentaban a memorizar las Sagradas Escrituras, y una vez al año teníamos un concurso. Por tres años consecutivos gané el primer premio, pero al cuarto año no pude lograrlo y me sentí derrotada; en realidad, me invadió una profunda tristeza, porque más que nada, sentía que le había fallado a mis padres que eran líderes de la iglesia. Estaba a punto de llorar pero forzaba una sonrisa para que nadie se diera cuenta lo desilusionada que me sentía. Mi madre, una mujer dulce y comprensiva, al ver mi estado entendió lo que pasaba y cómo me sentía. Mientras íbamos a casa, me tomó de la mano y apretándola me dijo: "no te preocupes querida, tú tienes esas palabras guardadas en tu corazón y eso es lo más importante". Yo no entendí en el momento la magnitud del significado de sus palabras, aunque aprecié lo que para mí era un consuelo pasajero, pero ahora que los años han pasado, comprendo a mi madre. Esos mismos versículos que aprendí para los concursos, todavía están dentro de mí; cuando vienen las pruebas y en momentos difíciles, yo puedo sacarlos de mi corazón y me dan cada vez la misma fortaleza interior. Porque esa Palabra Viviente la he guardado en mi corazón y me acompaña siempre donde quiera que estoy". 

Que significa ser un hijo de Dios?

¿Qué significa ser un hijo de Dios? Bien podríamos decir que sería la continuación o la extensión de Jesús.


"Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". 
San Juan 1: 2


Jesucristo el redentor del mundo que venció a la muerte, al pecado, a los demonios y al temor; y ascendió triunfante a los cielos donde está sentado a la diestra de Dios intercediendo por nosotros.
Para ser una extensión de Jesús, tenemos que tener el espíritu de redención dentro de cada uno. Ser un hijo de Dios es tener un corazón lleno de gratitud y de verdad; ser un hijo de Dios es amar a la humanidad más que a uno mismo, o sea despojarnos de nuestro propio interés y egoísmo para buscar el bien de los demás; ser un hijo de Dios es no dar cabida al odio, sino permitir que la sangre de Cristo nos limpie a tal punto que el amor de Dios pueda fluir hacia los demás; ser un hijo de Dios es transmitir a Jesucristo como salvador de toda la raza humana, pero también como salvador y amigo de cada ser humano. Ser un hijo de Dios es creer, venerar y adorar al Ser divino que dio su vida por nosotros en la cruz del Calvario e hizo morada en nuestro corazón. Ser un hijo de Dios es clavar en la cruz al ser carnal con sus pasiones, malos deseos, con las codicias y todas las ambiciones que son indignas en la vida de un cristiano. Ser un hijo de Dios es amar a todos por igual, pagar con bondad el mal recibido, y cambiar una sonrisa y bendición por aquellas maldiciones y enojos de los que hemos sido objeto. Ser un hijo de Dios es dar ánimo al corazón desfallecido; ser un hijo de Dios es fortalecer la esperanza de hombres y mujeres, y esparcir alegría por el mundo.
Ser un hijo de Dios es todo esto ¡y mucho más! Recuerde que Jesús nos ha dado el poder de ser hechos hijos de Dios.