viernes, octubre 10, 2014

Dios desea tu Prosperidad


10 OCTUBRE · DIOS DESEA SU PROSPERIDAD



“Al día siguiente Jehová hizo aquello, y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno. Entonces Faraón envió, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo” (Éxodo 9:6·7).
El ganado representa la provisión de Dios; por lo cual, cuando Faraón quiso negociar con Moisés los tres días del pueblo de Israel en el desierto, le pidió que el ganado de ellos permaneciera en territorio egipcio. Moisés se rehusó rotundamente a esta petición, y le dijo: “Necesitamos el ganado para ofrecer sacrificios a nuestro Dios”. Sin embargo, el Faraón no lo permitió, y a cambio, produjo que las finanzas de su nación decayeran, pues el juicio de Dios fue desatado con la muerte del ganado de Egipto.
Más adelante Moisés escribió: “Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día” (Deuteronomio. 8:18). Dios quiere dar la prosperidad como un acto de gracia de Su parte para Sus hijos, y lo único que Él pide es que lo tengan en cuenta en todo desafío que emprendan.
Salomón lo expresó al decir: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto” (Proverbios 3:5-10). Cuando Dios se hastía del pecado de la gente, permite un juicio que hace que las finanzas se derrumben en muy corto tiempo. Sin embargo, la bendición de Dios siempre es integral y cubre todas las áreas de nuestra vida: Espiritual, física y material, dentro de la cual está el área económica.
El Apóstol Juan escribió: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1:2). Por ser hijos de Dios, somos cobijados, cubiertos con Su bendición. El corazón de Dios jamás es mezquino o tacaño. Dios da todas las cosas a Sus hijos en abundancia. El Apóstol Pablo dijo: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los hombres; su justicia permanece para siempre” (2 Corintios 9:8·9).
El Señor nos da todas las cosas para que tengamos abundancia. “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).