lunes, octubre 13, 2014

DESCUBRA LA LLAVE QUE ABRE LOS CIELOS

ESCUBRA LA LLAVE QUE ABRE 

LOSESCUBRA LA LLAVE QUE ABRE LOS CIE


“El fruto del justo es árbol de vida; y el que gana almas es sabio” (Proverbios 11:30)
Cada creyente debe entender cual es su propósito en esta vida y llevarlo a cabo. Jesús fue el único ser que nació sabiendo cual era la misión que tenía que cumplir en esta tierra. El corazón de Jesús palpitó por la redención de las almas.
Al inicio de Su ministerio, escogió a doce hombres con el propósito de atender las diferentes necesidades de las personas. Le predicó a las multitudes, pero también lo hizo con individuos de diferentes niveles sociales. Su obra evangelizadora la concluyó con Su muerte y resurrección. No obstante, poco antes de ascender al cielo delegó Su autoridad y poder a Sus discípulos y les encargó que desde ese mismo momento en adelante, la redención de las almas, dependería de la manera en como ellos dieran a conocer ese mensaje de salvación.
En su carta la iglesia de Filadelfia el Señor le dice: “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”. (Apocalipsis 3:8).
Aquellos que Jesús formó para el ministerio, entendieron que su misión específica en esta vida era la redención de las almas y que para lograrlo debían hacer de esto un estilo de vida, a tal punto que se hicieron como ellos para poder ganar a un mayor número de personas. Era tal la compasión que Pablo tenía por ellos que dijo: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas”. (Romanos 9:1·4).
Nehemías fue un gran ejemplo al respecto, aunque estaba trabajando como copero en el palacio del rey y se encontraba en una posición mucho más aventajada que aquellos judíos que habían quedado en Jerusalén después del cautiverio, al recibir una noticia dada por uno de sus hermanos le movió el corazón, incomodándole voluntariamente, después de decirle:“El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego.
Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos. Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado”. (Nehemías 1:3·6)
Nehemías sintió una gran compasión por su gente.
Movió la mano de Dios a través del ayuno y la oración.
Intercedió por dirección divina noche y día.
Confesó los pecados del pueblo en primera persona.
Reclamó las promesas dadas a Israel. ( V. 8)
Pidió hallar gracia ante los ojos del rey. (V. 11)
Trabajó con metas. (Nehemías 2:6).
Hizo un diagnóstico de la ciudad. (Nehemías 2:11·15).
Motivó a los grandes líderes de Israel a levantar la muralla. (Nehemías 2:16·17)
La respuesta del pueblo fue positiva e inmediata. (Nehemías 2:18)


viernes, octubre 10, 2014

Dios desea tu Prosperidad


10 OCTUBRE · DIOS DESEA SU PROSPERIDAD



“Al día siguiente Jehová hizo aquello, y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno. Entonces Faraón envió, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo” (Éxodo 9:6·7).
El ganado representa la provisión de Dios; por lo cual, cuando Faraón quiso negociar con Moisés los tres días del pueblo de Israel en el desierto, le pidió que el ganado de ellos permaneciera en territorio egipcio. Moisés se rehusó rotundamente a esta petición, y le dijo: “Necesitamos el ganado para ofrecer sacrificios a nuestro Dios”. Sin embargo, el Faraón no lo permitió, y a cambio, produjo que las finanzas de su nación decayeran, pues el juicio de Dios fue desatado con la muerte del ganado de Egipto.
Más adelante Moisés escribió: “Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día” (Deuteronomio. 8:18). Dios quiere dar la prosperidad como un acto de gracia de Su parte para Sus hijos, y lo único que Él pide es que lo tengan en cuenta en todo desafío que emprendan.
Salomón lo expresó al decir: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto” (Proverbios 3:5-10). Cuando Dios se hastía del pecado de la gente, permite un juicio que hace que las finanzas se derrumben en muy corto tiempo. Sin embargo, la bendición de Dios siempre es integral y cubre todas las áreas de nuestra vida: Espiritual, física y material, dentro de la cual está el área económica.
El Apóstol Juan escribió: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1:2). Por ser hijos de Dios, somos cobijados, cubiertos con Su bendición. El corazón de Dios jamás es mezquino o tacaño. Dios da todas las cosas a Sus hijos en abundancia. El Apóstol Pablo dijo: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los hombres; su justicia permanece para siempre” (2 Corintios 9:8·9).
El Señor nos da todas las cosas para que tengamos abundancia. “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).

sábado, mayo 17, 2014

Salmo 119:11

Salmo 119:11
 "En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra Ti"


Muchas veces en mi vida he recurrido a las Sagradas Escrituras. Cuando mi mente no podía producir una respuesta ni siquiera un pensamiento claro, entonces allí estaba la Palabra del Señor como un vaso de agua en un día de calor agobiante.
Por eso es tan importante memorizar versículos de la Palabra de Dios, memorizar promesas y llevarlas guardadas en el corazón de modo que puedan saltar y correr a nuestra ayuda.
Cierta vez una mujer contó su experiencia diciendo: "cuando yo era niña iba a una iglesia donde en las clases de niños nos alentaban a memorizar las Sagradas Escrituras, y una vez al año teníamos un concurso. Por tres años consecutivos gané el primer premio, pero al cuarto año no pude lograrlo y me sentí derrotada; en realidad, me invadió una profunda tristeza, porque más que nada, sentía que le había fallado a mis padres que eran líderes de la iglesia. Estaba a punto de llorar pero forzaba una sonrisa para que nadie se diera cuenta lo desilusionada que me sentía. Mi madre, una mujer dulce y comprensiva, al ver mi estado entendió lo que pasaba y cómo me sentía. Mientras íbamos a casa, me tomó de la mano y apretándola me dijo: "no te preocupes querida, tú tienes esas palabras guardadas en tu corazón y eso es lo más importante". Yo no entendí en el momento la magnitud del significado de sus palabras, aunque aprecié lo que para mí era un consuelo pasajero, pero ahora que los años han pasado, comprendo a mi madre. Esos mismos versículos que aprendí para los concursos, todavía están dentro de mí; cuando vienen las pruebas y en momentos difíciles, yo puedo sacarlos de mi corazón y me dan cada vez la misma fortaleza interior. Porque esa Palabra Viviente la he guardado en mi corazón y me acompaña siempre donde quiera que estoy". 

Que significa ser un hijo de Dios?

¿Qué significa ser un hijo de Dios? Bien podríamos decir que sería la continuación o la extensión de Jesús.


"Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios". 
San Juan 1: 2


Jesucristo el redentor del mundo que venció a la muerte, al pecado, a los demonios y al temor; y ascendió triunfante a los cielos donde está sentado a la diestra de Dios intercediendo por nosotros.
Para ser una extensión de Jesús, tenemos que tener el espíritu de redención dentro de cada uno. Ser un hijo de Dios es tener un corazón lleno de gratitud y de verdad; ser un hijo de Dios es amar a la humanidad más que a uno mismo, o sea despojarnos de nuestro propio interés y egoísmo para buscar el bien de los demás; ser un hijo de Dios es no dar cabida al odio, sino permitir que la sangre de Cristo nos limpie a tal punto que el amor de Dios pueda fluir hacia los demás; ser un hijo de Dios es transmitir a Jesucristo como salvador de toda la raza humana, pero también como salvador y amigo de cada ser humano. Ser un hijo de Dios es creer, venerar y adorar al Ser divino que dio su vida por nosotros en la cruz del Calvario e hizo morada en nuestro corazón. Ser un hijo de Dios es clavar en la cruz al ser carnal con sus pasiones, malos deseos, con las codicias y todas las ambiciones que son indignas en la vida de un cristiano. Ser un hijo de Dios es amar a todos por igual, pagar con bondad el mal recibido, y cambiar una sonrisa y bendición por aquellas maldiciones y enojos de los que hemos sido objeto. Ser un hijo de Dios es dar ánimo al corazón desfallecido; ser un hijo de Dios es fortalecer la esperanza de hombres y mujeres, y esparcir alegría por el mundo.
Ser un hijo de Dios es todo esto ¡y mucho más! Recuerde que Jesús nos ha dado el poder de ser hechos hijos de Dios. 


miércoles, abril 02, 2014

La fe vence al temor

La fe vence al temor













No es la primera ni la última vez que pasas por una situación como esta y tu lo sabes. A veces pareciera que lo que estamos pasando es algo que no podremos sobrellevar, es algo que nos derrotará o que simplemente nos superará, pero la realidad es que no es nada nuevo, ya has pasado por situaciones similares o más difíciles en las que también pensaste que no podrías y la realidad fue que Dios te ayudo en cada una de ellas para que salieras adelante.

¿Qué es lo que te aflige hoy en día?, ¿Qué es lo que Dios no puede hacer?, ¿A que cosa le tienes miedo?, ¿Qué es lo que te roba la paz?, ¿Qué es eso que te hace dudar que saldrás adelante?